Mi niñez es la sombra de un magnolio
y ataúdes a las cinco.
Mi gran travesura,
colgarme de una cuerda
para arrancar un sonido de campana.
El ojo que todo lo ve
presidía nuestros juegos de infancia,
y a veces, sólo a veces,
iluminaba con reflejos dorados
el sitio de mi recreo.